martes 19 de mayo de 2009
Criaturas de la oscuridad
Por Scott Corrales
No hay quien olvide esas primeras películas de horror que se pasaron en el cine o por la televisión y que nos hicieron temerle a la oscuridad, a los cementerios, a los lugares yermos o —en el caso de la genial Psycho de Hitchcock— a las cortinas de baño. Con el paso del tiempo, los maestros del suspenso y del horror pasaron a tramas más complejas que se fundamentaban en gran parte en crónicas verídicas de lo sobrenatural, en el satanismo, el vudú, en las innumerables historias de aterrizajes y persecuciones por platillos voladores y en fechas más recientes, las espeluznantes crónicas de secuestros.
Algunas de estas representaciones cinematográficas, como El Exorcista de William Friedkin, llegaron a causar verdaderos problemas físicos en los espectadores (aunque en gran parte debido al uso de ruidos subliminales por este director) y en los cines estadounidenses y británicos no faltaba el predicador o clérigo dispuesto a asesorar a los que salían de las salas. Pocos años después aparecerían las películas de gore y el género del horror en la gran pantalla volvería a cambiar de aspecto.
Pero a pesar de las cinco o seis décadas de películas de horror que llevamos a cuestas en términos culturales, hay verdaderas historias de horror en las crónicas de lo sobrenatural que jamás han sido pasto de ningún guionista y que seguramente harían que más de uno de nosotros durmiese con las luces encendidas...
Horror y miedo en el estado de Ohio
Alguien debió haberse dado cuenta de que las cosas iban mal cuando los carpinteros amish renunciaron a sus trabajos.
Corría la primavera de 1981 y los carpinteros amish —de mirada aguileña, barbados, ataviados en sus clásicas ropas azules y sombreros negros— habían sido contratados para realizar labores de reparación en la granja de la familia Roberts en las afueras de Rome, estado de Ohio. Para obtener la madera requerida, los amish se propusieron talar parte de la arboleda adyacente a la granja, trayendo consigo grandes caballos para arrastrar la leña.
Los taciturnos amish quedaron sorprendidos cuando, al día siguiente, las bolsas de alimento equino que habían llevado a la zona para alimentar a las bestias aparecieron desgarradas con su contenido desparramado por la tierra. Al día siguiente, los habitantes de la granja escucharon disparos.
Al salir a ver lo sucedido, vieron que los amish salían de la arboleda con uno de sus caballos, que tenía una gran y sangrienta desgarradura de pulgada y media de profundidad en el costado. Los carpinteros se negaron a hablar sobre el suceso, comentando muy parcamente que “habían disparado contra unas víboras”. Trajeron un animal nuevo para ayudar en las faenas, pero a los pocos días abandonaron el proyecto sin mediar palabra. No se les volvería a ver por buen tiempo.
Lo cierto es que algo raro venía sucediendo en las inmediaciones de la granja Roberts desde hacía un año. Cazadores habían hallado un ciervo con la panza desgarrada y el mismo granjero Roberts había hallado cuatro patos decapitados en el bosque a la vez que aparecieron enormes huellas con garras en el terreno. Todo esto apuntaba hacia algo que ni la familia Roberts, ni los investigadores que acudirían a ayudarlos, serían capaces de imaginar.
La situación estalló la noche del 25 de junio de 1981, cuando el granjero y sus hijos vieron que había una “cosa” parada en el patio delantero de la granja, cerca del pinar. La “cosa” era negra y con ojos rojos resplandecientes, corriendo en cuatro patas mientras que perseguía a los animales. Mientras que uno de los hijos alumbraba la macabra silueta con una linterna, el granjero Roberts disparó con su escopeta de calibre .410; “la cosa” emitió un grito agudo y aterrador, desapareciendo hacia el oeste sobre los campos sembrados como si estuviese volando. A pesar de que ya no podían verla, era posible escuchar los gritos que provenían a la distancia.
A la noche siguiente, mientras que el granjero miraba la televisión, escuchó ladrar a sus perros hasta que los ladridos se trocaron en gemidos. Cuando salió a investigar, pudo constatar que uno de los perros intentaba meterse debajo de una podadora de césped para escapar de algo. Al apuntar la linterna a varios metros, la fuente del pánico que motivaba al can a actuar en semejante forma se hizo claramente visible: era una figura parecida a un gorila con ojos rojos flameantes, emitiendo gruñidos. Roberts pudo verle la cara y los colmillos claramente, aunque su enorme estatura de casi 3 metros le causó más espanto.
El granjero volvió por su escopeta, gritó a sus hijos, y los varones de la casa salieron a disparar contra el “monstruo”, que se alejaba hacia el oeste. Con esto comenzaría uno de los episodios más extraños y controvertidos de la fenomenología paranormal estadounidense, un caso en el que los OVNI y los seres peludos conocidos como Yeti, Bigfoot o Sasquatch se darían cita en los extensos pastizales de Ohio. Investigadores rechazarían la verosimilitud de cualquiera de los dos aspectos según su óptica personal, pero la combinación de elementos era innegable y sucedería en muchos otros casos.
Durante el resto del verano de 1981, Roberts y sus hijos tuvieron numerosos encuentros cercanos contra los gigantes de ojos flamígeros, teniéndolos lo suficientemente cerca como para aportar detalles sobre su aspecto: la estatura promedio era de tres metros, su pelambre oscuro podía variar entre pardo y negro. El rostro y la nariz eran achatados y simiescos. Tal vez el detalle más espeluznante era el de los colmillos amarillentos que sobresalían varias pulgadas de la mandíbula inferior.
Los encuentros fueron terribles, resultando en noches enteras de tiroteos dignos de una película de horror. El granjero y sus hijos se apostaron en el tejado para abrir fuego contra los intrusos, que en la noche del 28 de junio de 1981 aparecieron en un grupo bastante nutrido, algunos de ellos portando “luces azules” que ondeaban en la oscuridad del bosque.
Una de las descargas de escopeta consiguió impactar contra uno de los gigantes, que pareció caer en las aguas del aljibe que estaba en los predios del granjero, pero nada apareció al día siguiente. ¿Qué eran estas cosas? ¿Supergorilas de alguna especie? ¿Seres interplanetarios? ¿Los poderes y principados contra los que nos advertían los textos religiosos?
Se apersona el Sheriff
Los alguaciles del departamento del Sheriff del condado de Ashtabula, Ohio, se apersonaron al lugar de los hechos en dos ocasiones esa noche. Recorrieron la zona de la batalla entre el granjero y los suyos con los intrusos desconocidos y alumbraron la zona boscosa con el reflector del carro policía sin detectar nada.
El informe de las autoridades dice lo siguiente:
“Roberts manifiesta que durante la noche del miércoles y el jueves de la semana pasada, él y su familia fueron despertados por gruñidos extraños y actividad en los patios delantero y trasero de su casa. Cuando fueron a revisar, pudieron ver un animal grande de color negro, estatura aproximada de 2 a 3 metros. Cada vez que alumbraban al ser con una linterna, o intentaban abrir fuego contra él, se escapaba corriendo hacia el bosque.
El animal volvió anoche y estaba en el campo norte detrás de la casa. Roberts y su hijo persiguieron al animal hacia un claro en la empalizada, donde afirmaron haber visto tres pares de ojos grandes. Dispararon varios tiros contra los animales y esperaron hasta que rayara el alba para investigar. Revisé la zona junto con [Roberts] y no pude ver señas de tejido ni sangre.
[Roberts] dice haber llamado a nuestra oficina y la del guardabosques Kelly y se le informó que no había nada que hacer a menos que pudiese obtener una huella. El granjero mencionó haber perdido cuatro patos y un pollo desde el comienzo de la actividad, y nos advirtió sobre otros incidentes en los que caballos propiedad de leñadores amish habían sido víctimas de ataque, así como otros animales domésticos.”
El escepticismo de las fuerzas del orden público queda claramente ilustrado en el escueto informe de los alguaciles, pero era francamente difícil pensar que se había librado una batalla contra seres de otro mundo en los pastizales de esta pintoresca región del país. Pero la realidad de los eventos era una pesadilla para Roberts y su familia, y la llegada del mes de julio no haría sino empeorar la situación.
Los investigadores se enfrentan al misterio
La noche del 1 de julio, mientras que dos miembros de la familia hacían guardia en el techo de la casa, apoyándose contra la chimenea para no caerse, se produjo un fenómeno de alta extrañeza que dejaría cortas las manifestaciones de los gigantes peludos.
Cuatro luces redondas, que cambiaban de color e intensidad, se paseaban entre la arboleda lejana, guardando el aspecto de enormes tanques de petróleo, emitiendo luces que podían alumbrar una zona de aproximadamente una hectárea como si fuese de día. Los gritos aterradores “de mujer”, como los clasificarían Roberts y sus hijos, comenzaron a escucharse casi enseguida. Peor aún, los defensores podían ver siluetas negras corriendo entre los árboles, siluetas de ojos rojos.
Los defensores abrieron fuego. Cada impacto de bala hacía que las siluetas emitiesen gritos, pero sin surtir efectos letales. Las siluetas acusaban el impacto y salían corriendo, gritando, para refugiarse en la arboleda.
En un momento determinado, Roberts y su aguerrida familia percibieron algo extraño. Uno de sus caballos parecía haberse escapado y estaba en medio del campo, cerca de las siluetas. Presos del temor, los granjeros se apuraron a revisar si otros animales habían escapado del establo, pero no era así. La silueta oscura con forma de caballo no era más que uno de “ellos”, haciéndoles creer que una de las bestias del establecimiento rural se había escapado.
Cargando sus escopetas de nuevo, los defensores abrieron fuego contra el caballo impostor, que emitió un grito y un gruñido, corriendo para refugiarse en la parte noroeste de la granja.
Dennis Pilichis, el investigador forteano que acabaría por convertirse en el cronista de la historia de Roberts y su asedio paranormal, escribiría lo siguiente en el monográfico The Night Siege -The Northern Ohio UFO - Creature Invasion (1981) (El Sitio Nocturno, La Invasión de las Criaturas del Ovni en el Norte de Ohio, 1981):
“Es digno de notarse que durante todas estas correrías en la noche, un objeto volador sobrevoló la granja a unos 200 pies (61 m) de altura. Tenía la configuración de una caja de cigarros. Los miembros de la familia que estaban apostados en el tejado en aquel momento observaron que tenía luces azules a su alrededor, con una luz roja más brillante en su centro.
El objeto parecía provenir de las profundidades del bosque, pasando sobre la arboleda, volando lentamente sobre la granja y cruzando la calle hacia el suroeste, pasando sobre los maizales... El padre disparó contra el objeto mientras que volaba sobre sus cabezas, apuntando hacia la luz roja. Creyó haber escuchado el sonido de una bala que hacía impacto contra algo hecho de vidrio.
El objeto siguió volando sin haber acusado daño alguno, salvo que la luz roja ya no podía verse. Ningún miembro de la familia recuerda haber escuchado sonidos provenientes del aparato y están seguros de que no se trataba de ningún avión o dispositivo hecho por la mano del hombre”.
Durante las semanas de julio de 1981, Pilichis se convertiría en la única persona interesada en el caso de los Roberts y en prestarles ayuda, documentando las extrañas huellas halladas en los predios mediante fotografías en película de 35 mm y haciendo moldes de escayola de pisadas de dos, tres y cinco dedos. Acompañado por otro investigador —Jim Carnes, natural de Mecca, Ohio— Pilichis llegó a participar en la defensa activa de la granja y a presenciar los “ojos rojos” de las siluetas, que a veces emitían extraños resplandores blancos.
“El mejor avistamiento de toda la noche”, escribiría Pilichis en su monográfico, “se produjo cuando pudieron observarse tres juegos de grandes ojos rojos, uno a la izquierda, uno detrás del árbol caído y otro más bajo, casi a ras del suelo. La criatura más alta tendría unos 4 metros de altura, a juzgar por el árbol muerto.
Le iluminé con la luz de mi linterna; el cuerpo de la criatura proyectaba su sombra sobre los restos del gran árbol. Podía apreciarse el resplandor de su pelambre negro a la luz de la linterna... a estas alturas (3 a.m.) todos estábamos muy confundidos y frustrados por lo que estábamos viendo. Después de que se alejara la gran criatura, el haz de la linterna cayó directamente sobre el rostro del ser a la derecha, el que estaba casi al ras del suelo. Jamás podré olvidar esa experiencia. Llegué a verlo arrastrándose para refugiarse de nuevo en la arboleda.”
En agosto de 1981 llegarían los “refuerzos” bajo la forma de William McIntyre, el controvertido director del grupo MARCEN e investigador del fenómeno Bigfoot en el estado de Maryland. McIntyre y Larry Peters, otro asociado, propusieron usar jaulas con conejos muertos como la carnada para atraer a estas criaturas... aunque los cadáveres llevarían dentro de ellos cápsulas de cianuro para matar a cualquiera que los consumiese. Propusieron el uso de bengalas, cilindros de ácido hidrofluórico a presión y escopetas de varios calibres para la protección del grupo, y también un crucifijo, “por si resultaban ser demonios”.
La llegada de los expertos adicionales —avezados investigadores del fenómeno Bigfoot en todas sus manifestaciones— se produjo justo cuando la situación llegaba a su punto crítico. Las aves de corral del granjero Roberts seguían siendo víctimas de los ataques de los seres misteriosos, y las mismas fuerzas desconocidas habían hecho todo lo posible por derribar un nuevo establo que Roberts y su prole intentaban construir en otra parte de la granja.
Los ataques furtivos ya no se limitaban al patio y las proximidades de la arboleda: la caja de fusibles de la casa, localizada en el sótano, había sido destrozada por “algo” que dejó las impresiones de sus nudillos en la superficie de la caja como consecuencia de un puñetazo tremendo.
Peor aún era el problema que aquejaba a uno de los hijos del granjero (Pilichis no especifica su edad ni nombre). Existía una especie de “afinidad” o “engranaje” entre los seres extraños y el joven, algo que resultaba profundamente alarmante para Roberts y los demás miembros de su familia.
Y este detalle recordaba poderosamente a los investigadores al célebre caso de Uniontown, Pennsylvania, que había ocurrido en 1975. Durante este incidente, en el que participaban seres peludos y ovnis por igual, el hijo de un granjero de dicha población rural aparentaba haber sido “poseído” por uno de los seres peludos, cayendo al suelo, hablando en voces grotescas y gruñidos cada vez que su familia y amigos se le acercaban.
Otros vecinos de los Roberts comenzaban a acusar la actividad extraña, que ahora también comenzaba a sentirse en la ribera opuesta del Río Grande. Uno de estos vecinos, al ser entrevistado por los investigadores, afirmó haber escuchado los extraños sonidos “como de jabalíes” provenientes de la arboleda. Al salir a investigar con su linterna, el alboroto parecía amainar.
La noche del 21 al 22 de agosto de 1981, los investigadores colocaron sus jaulas con conejos envenenados en un campo que había sido arado con anterioridad por el granjero. Los conejos estaban atados a las jaulas con cordones de paracaídas capaces de aguantar un peso de mil doscientas libras. A eso de las 9:30 p.m., los investigadores detectaron la presencia de ojos rojos en la arboleda, atraídos tal vez por el olor de los conejos y por una grabación en cinta continua de conejos gritando. La presencia de los seres se vio acompañada por luces fantasma de color blanco azulado.
Los ojos eran tan numerosos que Pilichis temió que la granja se vería abrumada por los seres; McIntyre, vigilando la arboleda desde la protección ofrecida por el establo en construcción, pudo ver una sombra que salía de entre los árboles. “¿Eres humano o animal?” gritó el investigador, a lo que la sombra emitió una serie de gruñidos. Sin titubear, el investigador abrió fuego con su escopeta de alta fuerza. La sombra gritó y se alejó profiriendo alaridos, perdiéndose entre los árboles.
Al amanecer, los investigadores descubrieron que dos de los conejos habían desaparecido y que las cuerdas de paracaídas estaban deshilachadas. Huellas de tres y cinco dedos rodeaban las jaulas.
La actividad decayó en torno a la granja de los Roberts de ese momento en adelante, aunque no se pudo constatar que el cianuro en los conejos hubiese surtido efecto alguno. Se produjeron otros eventos en la zona, principalmente en la comunidad de Rock Creek y posteriormente en East Jefferson, Ohio, este último siendo investigado por el veterano escritor y escéptico Jim Moseley.
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